viernes, 2 de noviembre de 2012


Familias ensambladas, un hogar diferente


Hace 30 años, un grupo de amigos que terminaba la primaria sintió poco menos que una hecatombe al enterarse de que los padres de una compañera se divorciaban.
Hoy se mira hasta con cierta sorpresa a aquellos que viven con sus padres y hermanos: en ciertos ámbitos ya son mayoría los chicos que forman parte de una familia ensamblada, que resulta de la nueva unión de divorciados o separados con hijos, y supone el desafío de integrar bajo una nueva dinámica un complejo calidoscopio de relaciones. Según datos de los Estados Unidos, en 2010 este tipo de familias será el más difundido.

VIAJE CON TROPIEZOS

Desde el momento en que dos personas deciden apostar nuevamente a la pareja y eso no supone ya simplemente el desafío del amor comienza un viaje que transitará por zonas difíciles, especialmente al principio. Por eso el divorcio puede ser aún más frecuente entre las parejas que intentan una segunda o tercera unión.

MATRIMONIOS Y ALGO MÁS

  • En la Argentina no hay estadísticas sobre familias ensambladas. Sin embargo, los especialistas afirman que en las últimas dos décadas aumentaron las uniones de hecho, especialmente en sectores de mayores ingresos. Según el Indec, en 1989 la proporción de nacimientos fuera del marco matrimonial era del 29,5%, cifra que se elevó al 47% en 1996. En los Estados Unidos, el 75% de los divorciados se vuelve a casar o se une de hecho. En Inglaterra, uno de cada tres casamientos es un rematrimonio. Y en Francia, a comienzos de los 90, llegaban a un millón los menores de 25 que convivían con un padrastro o una madrastra.

MITOS Y VERDADES

Integración: en general se piensa que la familia ensamblada se integrará rápidamente. Sin embargo, es un proceso que lleva entre 4 y 7 años, que suele reducirse si los niños son pequeños.
Diferencias: ¿la familia ensamblada es igual a la del primer matrimonio? No. Cada una tiene características propias; desconocer las diferencias causa conflictos y riesgo de un nuevo divorcio.
Amor: usualmente se cree que el amor surge instantáneamente, pero hace falta tiempo y experiencias compartidas para que crezcan las relaciones y surja el cariño.
Madrastras: es un viejo prejuicio el de pensar que son malvadas. Así como hay muchas clases de madres, también hay muchas clases de madrastras.
Hijos: ¿cuando los padres se vuelven a casar dañan a sus hijos para siempre? No. Las estadísticas demuestran que sólo un tercio no se adapta. En ese caso, es necesaria ayuda terapéutica.
Viudos: se suele decir que si el nuevo casamiento ocurre luego de enviudar en lugar de divorciarse, las relaciones serán más fáciles. Sin embargo, para muchos chicos el nuevo matrimonio puede sentirse como una traición al progenitor que murió.
Visitas: ¿es más fácil la integración si los chicos no ven o ven poco al padre con el que no conviven? No. Si no ven a su padre o a su madre lo idealizarán, y esto dificulta más la relación con el padrastro o la madrastra. .




LAS CINCO ETAPAS DE LAS FAMILIAS ENSAMBLADAS


Cuando las personas con hijos se vuelven a casar, suelen afrontar un proceso confuso y de tensión para convertirse en una nueva unidad familiar. Por su misma naturaleza, las familias ensambladas surgen de una pérdida. Traen consigo cierto grado de tristeza, aflicción, culpa o sentimientos de fracaso. Dar un final a estos sentimientos dentro del contexto de formación de una nueva familia ensamblada puede resultar muy difícil.

  1. Fantasíadurante este período inicial del ensamble, las familias comienzan advertir la diferencia entre la pérdida previa y las fantasías de "amor instantáneo" y paz que incorporaron a la nueva situación familiar. Financieramente, este puede ser un período en que la etapa de "luna de miel" de la nueva pareja esté llegando a su fin y los cónyuges comiencen a advertir que tienen distintas prioridades, actitudes y hábitos en lo que respecta al dinero.
  2. Confusión: durante este período, la familia afronta dificultades
    cuando los padrastros e hijastros intentan comprender (y entran en conflicto) cómo funcionan los nuevos vínculos, roles y reglas familiares. Es posible que, en el ámbito financiero, los cónyuges comiencen a sentir frustraciones al no ponerse de acuerdo en decisiones monetarias que afectan a sus hijos e hijastros.
  3. Locurapuede vivirse como un período definitorio para la familia, ya que las cuestiones no resueltas y las preocupaciones por alianzas con padres que no tienen la tenencia de sus hijos afloran y las tensiones aumentan. Financieramente, la pareja puede haber alcanzado un punto de ruptura y quizá deba tratar ciertos temas fundamentales relacionados con la administración del dinero, la planificación del futuro económico de la familia y las decisiones que se tomarán en adelante.
  4. Estabilidada medida que la nueva familia ensamblada se desenvuelve con éxito y logra resolver los conflictos, empiezan a sentirse más seguros con respecto a su relación y su futuro juntos. Poco a poco, la pareja va notando cómo logran ponerse de acuerdo en las cuestiones financieras y encuentran la forma de adaptarse el uno al otro en cuanto a los valores que rodean el dinero. Mientras tanto, siguen esforzándose por alcanzar algunas de las metas financieras acordadas.
  5. CompromisoEn esta etapa, la familia se ensambló con éxito y creó su propio cimiento firme y una nueva historia sobre la que basarán su futuro. En este momento, por lo general, la familia ya está logrando adaptarse a su nuevo marco financiero real, toma decisiones bastante congruentes sin generar tanto conflicto emocional sobre el dinero y las metas financieras, y los hijos o hijastros demuestran mayor aceptación con respecto al valor que se le dará al dinero y cómo se usará en su nueva unidad familiar.


Algunas de estas nuevas familias, como por arte de magia, se ensamblan bien desde el primer día. Pasa sobre todo cuando los hijos son chiquitos, o cuando han perdido a su madre o a su padre biológico y el padrastro o madrastra está deseando asumir ese lugar vacío.
Pero, la mayoría de las veces, lo normal es que la adaptación lleve su tiempo: según algunos expertos, es esperable que las familias ensambladas demoren entre cuatro y siete años para empezar a sentirse una verdadera familia, y a sentirse todos felices en ella. Y mientras tanto, es normal que haya conflictos, peleas, dolor, desconfianza… ¡y muchas ganas de salir corriendo!
Suena a demasiado tiempo, ¿verdad? Pero no desesperes. La buena noticia es que esta crisis de ajuste algún día se termina, se termina mucho más rápido entre las familias más realistas, o sea entre las familias que no esperan felicidad instantánea. Y que, por lo tanto, están dispuestas a darse el tiempo que necesiten, mientras trabajan activamente por su felicidad.
O sea, que al leer este artículo, tal vez has ganado años en el camino hacia un feliz ensamblaje. Simplemente, perdiendo un poco de la ansiedad y la preocupación que te causa creer que el caos de tu familia ensamblada “no puede ser normal”. Estáte tranquila: lo es.


jueves, 1 de noviembre de 2012

El vínculo familia y escuela



por Di Sanza, Silvia · 2 Comentarios 
Vivimos tiempos de transformación; las formas que alcanzaron las instituciones ya no dan respuesta a las nuevas demandas que se nos plantean. Parafraseando a un autor moderno podemos decir que hoy el individuo reside insatisfecho en ellas.

La ampliación del horizonte de nuestro mundo trajo nuevos interrogantes, nuevas exigencias y desafíos, y también perplejidades e incertidumbres. Nadie elige la época que le toca vivir, pero sí elige el modo de vivirla. Desde actitudes nostálgicas se nos induce a anclar en formas que fueron exitosas en el pasado, cuando “la familia era familia” y la “escuela, escuela”, por mencionar sólo aquellas que nos interesan aquí, porque también junto a las demás instituciones, éstas parecieran haber pasado por un momento de plenitud, respecto del cual ahora estamos en decadencia. Me pregunto, ¿cómo pensar en un proyecto, o en el destino futuro de las instituciones, dándole la espalda al porvenir por mirar sólo hacia el pasado?

Otra actitud es la dramática, que declara cerrado todo porvenir, y se instala en un discurso desesperanzado advirtiendo acerca de los demonios que acechan desde el presente pregonando la resignación impotente o la desesperación inútil. Me pregunto, ¿qué sentido tiene esta prédica de fines si no se hace de ellos una chance, una oportunidad?

Los parámetros sociales, culturales y económicos desde donde se educaron las generaciones anteriores se han modificado. De ahí, la redefinición que requieren hoy las instituciones.

La escuela debe transformarse, decimos, en su estructura, organización, en sus formas de plantear el proceso enseñanza-aprendizaje, y debe adaptarse a los tiempos que corren; y esto lo señalamos como una certeza. Pero, ¿decimos lo mismo de la familia? ¿Creemos que debe transformarse o consideramos que debe resistir los embates de la época sin modificarse? ¿Pensamos en una única familia modelo respecto de la cual las demás son consideradas como formas desviadas? ¿Estamos en condición de repensar la familia tanto como estamos convencidos de que hay que repensar la escuela?

En ambas instituciones están en juego niños y jóvenes, es decir aquellos para quienes el futuro es su posibilidad. ¿Desde qué actitud padres y educadores contribuimos con ese futuro?

De ninguna manera coincidimos con quienes proponen la disolución de las instituciones, sino que, más bien, sostenemos la necesidad de su resignificación más profunda. Las instituciones son las formas en las que nuestra libertad se realiza y a través de las cuales construye el mundo. Constituyen el modo que tenemos de existir unos con otros, para satisfacer necesidades y alcanzar nuestros fines, y, por ello, son la mediación necesaria de la convivencia humana.

Creemos que no podemos prescindir ni de la familia ni de la escuela, pero sostenemos que estamos llamados a volver nuestra mirada sobre ellas pensándolas en este nuevo contexto que nos dispone la época, a la vez que atendemos a la insatisfacción que nos generan. Serán lo que nos animemos a hacer de ellas. Por eso no basta con predicar sus bondades, ni con señalar sus miserias, necesitamos un equilibrio en la mirada para que aquello que pensemos, digamos o hagamos, llegue a ser efectivo y verdadero.

Por lo que hoy estamos pudiendo ver, pensar la familia y la escuela como instituciones responsables implica replantear sus fines y su interacción.

Los fines de la familia y la escuela

Reflexionar acerca de los fines es poner la cuestión en una dimensión teleológica. El fin entendido como la meta a la que se tiende, meta que encierra en sí la perfección de la acción, porque constituye lo que da sentido a esa acción; y es desde donde nos podemos plantear la importancia de la familia y de la escuela; o bien, dicho de otra manera, los por qué de la familia y de la escuela.

El amor es el fundamento desde el cual se edifica la vida familiar. Los esposos tienen como tarea la subsistencia de la familia, el cuidado de los hijos, así como también la responsabilidad del aprendizaje de las formas de comportamiento, los hábitos, las creencias y normas que hacen posible la vida social. Su fin es formar personas íntegras, para que puedan subsistir por sí mismas y diseñar su propia vida. La familia constituye el ámbito necesario para que esto sea posible. Pero la realidad nos muestra que también resulta ser un ámbito de violencia física y psíquica, de abandono afectivo, de inhibición de capacidades. No estamos pensando solamente en las agresiones cotidianas, sino más bien en todas aquellas formas de violencia que resultan indignas e intolerables para un ser humano. Y esto no ocurre solamente en las familias socialmente marginadas; ocurre también, y en gran medida, en las “mejores familias”. Podemos afirmar que ha sucedido en todas las épocas, aun en aquellas que algunos añoran porque los roles estaban claramente repartidos y la autoridad era indiscutible. Pero bien sabemos que, establecida la ley, se multiplicaban las trampas.

Cada chico, cada joven, lleva al aula el estigma del ambiente familiar en el que está creciendo, y lo pone de manifiesto en múltiples aspectos de su conducta, en la satisfacción o insatisfacción que transmite, en la valoración de sí mismo y de los otros, en la actitud ante el trabajo, en la capacidad para soportar límites y frustraciones, y muchas veces en la posibilidad de aprender, por mencionar sólo algunos. Y esto es así por más empeño que los adultos pongan en disimularlo.

En este punto tenemos que ser muy cuidadosos. Cuando decimos familia, ¿qué decimos? Porque la familia hoy ha adquirido estructuras muy diversas. Hablamos de la familia constituida por el matrimonio y sus hijos, pero también hay familias ensambladas, madres solteras que viven con sus hijos, chicos que crecen con abuelos, tíos o figuras sustitutas, donde tenemos que admitir que el espectro se nos ha ampliado. ¿Cómo evaluamos esta diversidad? ¿Como desviaciones de un modelo de familia bien constituida? ¿Como formas alternativas de lograr el fin que es el sostenimiento del otro y la ayuda a su crecimiento y a la formación de la persona libre en un clima de amor?

Porque si bien es cierto que los hijos de padres separados sufren la ruptura de su núcleo, también es cierto que sufren los hijos de padres que conviven sin amor, en la agresión permanente o en la constante desvalorización de unos respecto de otros. El momento que vivimos nos enseña que no podemos creer que la estructura es el todo, ni que ésta es la garantía de la salud y la felicidad de sus integrantes.

Entonces, ¿qué queremos decir cuando afirmamos que defendemos a la familia. ¿A qué nos referimos? ¿A la estructura o a la comunidad de quienes se hacen cargo de amar, cuidar y educar? Defender a la familia no es entablar una cruzada contra las nuevas formas de organización familiar, sino, más bien, hacernos cargo de esta diversidad y hablar para todos. En este sentido creemos que se trata de ampliar la mirada para ver más y educar mejor. No estamos queriendo nivelar las situaciones sino, más bien, poner de manifiesto toda la diversidad y la problematicidad que afecta hoy a la familia.

Estamos diciendo que no basta con afirmar que la familia es la célula primordial de la sociedad, que lo es; o con predicar las bondades del matrimonio indisoluble, que las tiene; sino que también es sabio saber ver que junto a la importancia de la familia y a la indisolubilidad del matrimonio, hay que colocar la raigalidad del amor que los justifica y la responsabilidad de la paternidad. Sin esto nos quedamos con meras formas vacías de contenido; y defender la familia no es una cuestión formal. Por eso es de suma importancia poder ver lo que hoy viven hombres y mujeres, sus intentos por ayudar a crecer a niños y jóvenes, sus aciertos y sus dificultades.

La escuela, por su parte, es la comunidad que tiene por finalidad enseñar y continuar la labor socializadora que comenzó en la familia.

Son conocidos los resultados poco tranquilizadores de las evaluaciones, que desde el Ministerio de Educación se efectúan. También la prensa se ha hecho eco de la pobreza de conocimientos con que los alumnos egresan de la escuela. Quienes reciben a los estudiantes en los cursos de ingreso de las universidades señalan que no sólo carecen de conocimientos de historia, geografía o ciencias, sino que tampoco saber redactar, ni interpretar lo que leen, ni confeccionar un informe de investigación. Los alumnos no aprenden, la escuela no cumple con su fin básico que es enseñar.

Muchas son las exigencias que recaen hoy sobre ella. Se le pide que brinde alfabetización universal, esto es, enseñanza de ciencia, tecnología, idiomas; que enseñe a trabajar en equipo, porque esta es cada vez más la forma de la organización laboral; que forme el carácter para hacer frente a situaciones de presión, a la toma de decisiones de alto riesgo; que despierte el deseo de saber y forme en la disciplina del esfuerzo, que enseñe los procedimientos necesarios para que el sujeto pueda seguir formándose, porque aprendió a aprender; que forme la actitud ética para saber valorar, evaluar y decidir.

Pero junto a estas demandas, y no es menos importante, está también la formación del ciudadano para la vida democrática, el equilibrio psicofísico, la formación artística y expresiva.

Que la escuela enseñe significa que atienda a todas estas dimensiones, integrándolas para lograr que los jóvenes estén en condiciones de encarar estudios superiores, como así también, su vida personal, social, profesional y laboral.

Tarea por demás compleja, ya que no se trata sólo de formar el intelecto, como se hacía antes, cuando decíamos que la escuela enseñaba; pero tampoco se trata de desatender la formación intelectual por atender a los vínculos, a los afectos, lo cual generó una escuela convocante en algunos casos, entretenida en otros, lugar donde hacer amigos, pero que nada tiene que ver con el conocimiento. Situación ésta que nos llevó a afirmar con certeza: ahora la escuela no enseña.

Diagnóstico de una realidad que, sin embargo, no deja de presentar contradicciones. Contradicciones que se expresan en la valoración que se hace de una escuela, poniendo el acento en los vínculos que genera, en los afectos, en lo agradable o desagradable. También en la valoración que se hace de los docentes cuando importa que sea buena persona, padre de muchos hijos, de piedad comprobada, e interesa menos su formación profesional, su trayectoria laboral, su capacidad intelectual, su producción académica, la creatividad de sus proyectos, sus inquietudes como docente. Y no porque se deba optar maniqueamente, pero sí elegir la perspectiva adecuada desde donde mirar.

Dicha perspectiva la da la finalidad. Si el fin de la escuela es enseñar, debe hacerlo. Y hoy, enseñar es una compleja tarea de integración de competencias. Todo esto exige a los docentes preparación profesional, trabajo en equipo, tiempo y organización del trabajo; exigencias que, por cierto, vienen reñidas con las condiciones actuales en que debe ejercerse la docencia entre nosotros.

Para poder dar respuesta a las exigencias que recaen sobre ella, la escuela está transformando sus formas de organización y de gestión, buscando un modelo más democrático de participación, formas de ejercicio del poder más distributivas y descentralizadas. Las dificultades para esta transformación no son pocas y recién estamos en el comienzo. Requiere de la comunidad educativa pensar nuevos modos de inserción institucional, de docentes y directivos que trabajen no ya desde el secreto del aula o el escritorio, sino más bien a puertas abiertas y en intercambio constante de ideas e iniciativas con todos sus miembros.

También requiere de interacción interinstitucional; esto significa una escuela vinculada a instituciones que cumplen con otros fines: económicos, expresivo-creativos, recreativos; así como también con otras escuelas o institutos educativos y, por cierto, con la familia, ante quien es directamente responsable por su trabajo.

Interacción familia y escuela

Si hablamos de interacción hablamos de un vínculo recíproco, no necesariamente simétrico pero sí que constituye una mutua estimulación a la acción.

La redefinición de las formas de organización por las que ambas se experimentan requeridas, exige a su vez construir nuevas maneras de interacción entre una y otra. Los chicos y los jóvenes constituyen el interés que las vincula.

Sabemos que en este momento ambas se experimentan enfrentadas y la interacción todavía no encuentra espacio de concreción. Los padres acuden a la escuela para exigir, plantear quejas, controlar, lo cual podemos decir que constituye buena parte de su responsabilidad, aunque no la única. La escuela señala la despreocupación de los padres respecto del proceso de aprendizaje de sus hijos, reclama ayuda por parte de ellos. Los padres advierten acerca de los problemas económicos o laborales o los propios de la convivencia familiar como para ocuparse también de las cosas de las que debe ocuparse la escuela. La escuela, por su parte, señala que no puede hacerse cargo de lo que es privativo de la familia. Reclamos mutuos se entrecruzan, generando confusión y disconformidad de los unos para con los otros.

Dado este clima de insatisfacción, es importante el conocimiento de los procesos de transformación que viven ambas. Las exigencias que recaen sobre cada una requieren la búsqueda de un lenguaje que permita la comunicación, superador de la queja y constructor del vínculo.

Docentes y directivos saben acerca de los cambios que se han ido produciendo en la vida familiar, pero no siempre les resulta claro qué hacer o cómo hablar para que todos se experimenten reconocidos y respetados en su diferencia.

 Si ahora planteamos la cuestión de la interacción desde la familia, nos puede ayudar preguntarnos: ¿de quién es la escuela? ¿Es de los alumnos?, ¿de los padres?, ¿de los docentes? Si es que resulta posible una opción tal.

Los padres son los que proyectan la familia, y van corrigiendo ese proyecto con la llegada de los hijos y junto con ellos, dado que, la familia, se define por la privacidad de su ámbito y de sus acciones. En cambio, la escuela es un espacio público; entonces, ¿quiénes son los protagonistas de su proyecto institucional?

Hoy vemos escuelas que trabajan para los padres, para mostrarles sus resultados a través de ferias de ciencias, concursos, estadísticas. Están muy preocupadas por elmarketing ya que, si los padres están satisfechos, entonces se retiene al cliente. El aprendizaje pasa a un segundo lugar, porque el fin es la empresa. El problema no reside aquí en que la escuela muestre sus resultados, ya que esto es algo necesario e importante. La cuestión es el fin con que lo hace: si es en función del aprendizaje o en función de su propio marketing. Porque según cuál sea el fin variará el proceso de enseñanza-aprendizaje.

También vemos escuelas centradas en los docentes, donde la preocupación principal radica en los problemas propios del ejercicio de la profesión, de las condiciones de trabajo y del currículum. Aquí se evita la participación tanto de los padres como de los alumnos, ya que éstos plantean necesidades y expectativas que pondrían en cuestión conductas y decisiones. Es la escuela centrada en el sindicalismo docente.

En otras escuelas el bienestar del alumno, su sentimiento de agrado o desagrado, la atención a su problemática personal constituye la norma. No interesa tanto si aprende cuanto si está a gusto en la institución. Son frecuentes las actitudes psicologistas que eximen al alumno de cualquier exigencia en el aprendizaje. Afirmamos la relevancia que tiene la incorporación de la psicología a la educación, y lo importante que resulta la atención personalizada del alumno, pero esto no nos puede conducir a transformar la escuela en un ámbito terapéutico.
Desde algunas teorías economicistas se tiende hoy a ver la escuela como una empresa que vende un servicio y a los padres como clientes que pagan por él. Los directivos discuten acerca de quién es el cliente, si el padre que paga o el alumno que recibe directamente el servicio. Lo cierto es que el modelo de institución que se elige determina la interacción familia-escuela, porque al elegir una escuela se elige un proyecto. Este podrá tener la forma de empresa, corporación, club, centro terapéutico o comunidad educativa. En esa elección se define también el lugar de los padres y de los hijos, su compromiso y su participación. Compromiso que puede ir desde “pago la cuota y exijo”, o “dejo al chico en la escuela y que ellos se ocupen”, o bien, “propongo ideas, asisto a encuentros, ofrezco mis servicios”.

Sostenemos que principalmente la escuela es una comunidad cuyo fin es enseñar centrada en el conocimiento. Para esto la participación de padres, alumnos y docentes es indispensable. Sabemos que las dificultades son muchas, principalmente el tiempo que los padres tienen para dedicarle a la escuela. Pero también es cierto que la responsabilidad de la familia de darle escolaridad a los hijos no se cumple sólo pagando una cuota, desentendiéndose de lo que ocurre con ellos en la escuela.

Necesitamos instituciones responsables de sus decisiones, de sus logros y fracasos, donde la responsabilidad depende de los fines propios de cada una, y de las acciones que se realizan para alcanzar esos fines. Por ello, no podemos pedirle a la escuela lo que es privativo de la familia, ni tampoco pedirle a la familia lo que es privativo de la escuela.

A esta altura ya podemos afirmar que el problema del vínculo familia y escuela es un problema ético. Porque la transformación del horizonte histórico que estamos viviendo, no es sólo económica o política o social; es, y en un sentido muy profundo, transformación de nuestro modo de habitar el mundo, de nuestros vínculos. Las instituciones constituyen conjuntos normativos que reglan la convivencia; complejos sistemas que se edifican sobre la base de pautas de comportamiento aceptadas, normas y valores admitidos como propios de una cultura y de una historia. La familia y la escuela no escapan a este proceso y aquí radica la necesidad de su redefinición más profunda. Y podremos decir también desde aquí cuál es el punto de partida desde donde plantear su interacción.

NUEVAS FAMILIAS



La revolución de los afectos 

Por MANUEL DOMÍNGUEZ
"¿Hacía falta ensamblar más a la familia?", le pregunta Inés, una abogada exitosa a su hija Vicky. Es que la adolescente le acaba de contar a su madre que "vas a ser abuela". Hasta ahí nada de qué extrañarse, pero sucede que el futuro padre es Germán, hijo de la actual pareja de Inés. Algo así como un hermanastro de Vicky y un hijastro para Inés. La escena cotidiana familiar no obedece al terreno de lo real. Es mera ficción. Pertenece al capítulo catorce de la serie televisiva "Socias". Más allá de la coincidencia, ¿La realidad puede superar a la ficción? ¿La ficción se nutre de la realidad?

Las familias ensambladas, homoparentales, monoparentales, los hijos que nunca se fueron de casa de los padres y todas las nuevas y posibles variantes son los protagonistas de esta crónica. Son las nuevas formas de entender a las familias, que germinaron en esta revolución de los afectos, que parecen eclosionar en los flamantes primeros años que tiene el siglo XXI.

"Cincuenta años atrás cuando tu mamá te armaba el 'bazar' te regalaban platos y vasos de a docenas. Se tenían hijos de a docenas. Cuando yo le compré a mi hija venían las cajas armadas con cuatro cosas de cada una. La familia tipo de los '80. Hoy ella se separó y vive con otro divorciado que tiene cinco hijos. Las cosas cambian todo el tiempo", asegura Elvira Monasterio, una abuela que se reconoce feliz por tener cinco nuevos nietos.

El significado más conservador, o tradicional, que se le puede dar al término familia es el que se desprende del diccionario de la Real Academia Española: "Grupo de personas emparentadas entre sí que viven juntas" y "Conjunto de ascendientes, descendientes, colaterales y afines de un linaje". Pero cómo se puede hacer para graficar aquellos nuevos vínculos que se generan entre las personas que trascienden los límites tradicionales del padre, la madre y los dos hijos (en lo posible la parejita: hombre y mujer). Los ejemplos se vuelven difíciles de encontrar porque muchas veces el temor por la no aceptación social los vuelve invisibles.

HASTA QUE LA MUERTE NOS SEPARE

"El amor para toda la vida se inventó cuando el promedio de vida era de treinta años. Ahora que es de setenta, ¿Qué se hace con los otros cuarenta?", se pregunta la reconocida escritora y periodista mexicana Angeles Mastretta. "Lo que antes era habitual es cada vez más una rareza", agrega. Para Mastretta las bodas de oro y plata, el jubilarse con el único trabajo de toda la vida y el vivir siempre en la misma casa, son cosas del pasado. Superadas. Quién puede afirmar el tan preciado "Hasta que la muerte nos separe".

"La familia ensamblada es en la cual uno o ambos miembros de la actual pareja tiene/n hijo/s de uniones anteriores. Dentro de esta categoría entran tanto las segundas parejas de viudos/as como de divorciados/as y de madres solteras", explica la Licenciada María Silvia Dameno. Si bien éstas se hicieron más visibles en nuestro país durante los noventa, las primeras experiencias datan de la nuevas relaciones de los viudos de la Segunda Guerra Mundial.

"Las instituciones se modifican más lentamente que los individuos que las integran y las familias ensambladas ni siquiera tenían, cuando empecé a investigar este tema, un nombre. Algunos terapeutas hablaban de familias 'mixtas'. Otra alternativa era definirlas por comparación (segundas, posteriores, etc.) o por negación (no intactas, no biológicas, etc.) indicando con ambas opciones la desvalorización de la nueva familia", grafica Dameno.

Algunas características que se desprenden de las conversaciones con los "ensamblados" son: vienen de una pérdida o fracaso amoroso; los ciclos vitales, individuales, maritales y familiares son incongruentes; las relaciones padre-hijo preceden a las de la pareja; hay un padre o una madre actualmente presente o en el recuerdo; surgen nuevos tíos, primos, abuelos, etc; no hay un marco legal que los contenga.

TRANSFORMACIONES REVOLUCIONARIAS

Tener dos madres o dos padres puede resultar una verdadera revolución para sus propios protagonistas, como así también para quienes lo miran desde afuera, es decir: la sociedad. Más allá de que la homosexualidad no signifique lo mismo hoy que en el siglo pasado, el tema provoca un gran debate al enfrentar a distintos sectores que sostienen a la familia como una institución tradicional y estanca. Así como la vida obliga a la adaptación permanente, la familia no excede de esta responsabilidad. Para el antropólogo Maurice Godelier: "La familia no deja de hacer transformaciones revolucionarias. Quizá la última sea la convivencia de parejas homosexuales que desean criar hijos", polemiza el especialista durante un debate científico y político organizado por la Asociación de Padres Gays y Lesbianas (APGL) y publicado por Anne Chemin, ensayista francesa y columnista de "Le Monde".

"La homoparentalidad es una novedad histórica ligada a dos transformaciones fundamentales de la cultura occidental: el hecho de que, desde el siglo XIX, el hijo está cargado de valores nuevos que modificaron profundamente el deseo masculino y femenino de un hijo, y el hecho de que, en el campo científico, la homosexualidad ya no es considerada una patología por la medicina ni una perversión por la psicología", agrega Godelier.

Muchos son los prejuicios o interrogantes a la hora de la aprobación social de este tipo de familias: ¿Los hijos de parejas homosexuales tienen más posibilidades de ser homosexuales en su vida de adultos? ¿Sufren o dependen más de la aprobación del otro? ¿Les preocupa la mirada ajena? ¿Tendrán una vida social "normal" como la tienen los hijos de padres heterosexuales? Si la homoparentalidad suscita tantas preguntas es porque rompe el triángulo tradicional padre-madre-hijo que constituye el modelo familiar de nuestras sociedades occidentales.

Julia y Lorena no se llaman así. Sostienen que tienen que cambiar sus nombres porque ambas son dos reconocidas profesionales de la Ciudad. Están en pareja desde 1993, momento en el que ambas eran estudiantes. "Cuando cumplimos diez años de relación comenzamos a pensar la idea de tener un hijo, no antes. Teníamos muchos miedos y preocupaciones por el qué dirán". Hoy su hijo acaba de cumplir dos años. Lorena dice que envidiaba mucho a las mujeres que se convertían en madres, y que cada vez que volvía de algún cumpleaños, de los hijos de sus amigas, "sentía que había fracasado".

En quince días los tres tendrán su primer festejo en una casita de cumpleaños. Se los nota felices, pero también que todavía quieren resguardarse, que les cuesta dar precisiones acerca del tema. Hay cosas que no les interesa responder: el padre, el método utilizado y cómo se lo contarán a su hijo. "Hoy no podemos hacer pública nuestra imagen, pero trabajamos cada día para que en un futuro, no muy lejano, nuestro ejemplo sea socialmente aceptado", finalizaron.

Durante el debate organizado en la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales, Olivier Vécho, profesor de psicología de la Universidad de París, analizó las cuarenta y cuatro investigaciones realizadas en el mundo sobre este tema. Una mitad se había hecho en Europa y la otra, en los Estados Unidos o Canadá. "Las conclusiones de estos trabajos distan de ser alarmistas", destacó Vécho, quien en 2005 presentó una tesis sobre el desarrollo socio-afectivo de estos niños. "No les va ni mejor ni peor que a los demás", certificó.

ETERNAMENTE HIJO

"Por comodidad te acostumbrás", dice Ricardo Bolo, o "Ricky" como todos lo llaman. El tiene 43 años y "por cuestiones económicas" vive en la misma casa de su infancia. Nunca se fue de ella. Su madre, Teresa (75), y su padre, Ricardo (73) "están contentos", dice Ricky. La rutina familiar los encuentra a los tres juntos sentados en la mesa de la cocina, desayunando unos mates para arrancar el día, leyendo el diario, compartiéndolo entre los tres. Después cada uno hará lo suyo, y de nuevo el almuerzo será para tres. La ceremonia de la cena no será distinta. "A mis padres no les molesto, entienden que esto se da sólo por una cuestión de dinero. Pero la verdad es que estoy muy bien con ellos. Me hacen la cama, la comida y ¿qué mejor que acompañarlos en esta etapa?", afirma y pregunta.

A la inversa del fenómeno del nido vacío, la situación también se hace presente. Otra ventaja de vivir en la casa paterna es la posibilidad de ahorrar, ya que generalmente los padres no exigen una aportación económica a sus hijos. Además, los ya no tan jóvenes de hoy en día, disponen de una habitación propia (la de la infancia/adolescencia), un buen equipamiento de música, televisión, informática, Internet, muchos hasta servicio de hotelería (la cama la hacen otros). "¿Para qué me voy a ir, si acá vivo como un rey?", se suele escuchar.

MONOPARENTAL

La familia como artífice fundamental de la sociedad y medionatural para el crecimiento de todos sus miembros está cambiando. Las técnicas de reproducción asistida han dado lugar a que se agregue un nuevo modo de constitución familiar: la monoparental. "Se forma a partir de la decisión de una mujer de someterse a un tratamiento médico para concebir un hijo con el fin de criarlo en soledad, de manera programada y basada exclusivamente en su libre albedrío", grafica el Licenciado en Sociología y becario del CONICET, Rodolfo Iuliano.

"Las modificaciones en la estructura del parentesco no hacen que peligre la familia como institución, sino que hacen necesario replantear cuáles son los fenómenos abarcados por su concepto conforme a las pautas culturales predominantes", agrega Iuliano. Viudez, separación, cuestiones de inmigración y la elección de ser un único sostén familiar es lo que lleva a que se de este tipo de familia. En la actualidad son las mujeres las que más se destacan por representar a los hogares monoparentales.

Lucía Aguirre tiene 37 años y hace siete que dio a luz a su hija Sofía. "Cuatro meses antes que naciera Sofi enviudé". Un accidente de tránsito hizo que hoy ella lleve adelante una familia monoparental: "No lo elegí, ni siquiera sabía que mi caso se llamara así. Es muy duro enfrentar la vida siendo mamá y papá a la vez. Pero se puede, claro que se puede", afirma. La rutina familiar las encuentra muy unidas, "cuando sale de la escuela viene para mi negocio, estamos toda la tarde juntas, hace los deberes, me ceba unos mates y después a casa. Preparo la comida mientras mira un poco de tele y enseguida llega la cena. Estamos muy conectadas, somos muy unidas", rescata.

"No hay nada más lindo que la familia unita", se escuchaba decir cada vez que terminaban "Los Campanelli", en la década del '70, consagrándose icónicamente como la típica familia de inmigrantes que vio en la Argentina su oportunidad de desarrollo y crecimiento. La mutación de la tradicional familia argentina también se dio en la televisión local. Un padre viudo que debía sobrellevar la crianza de tres hijas, durante los '90, se materializó en "Grande Pa". La tía travesti que quiere formar su propia familia se vivió con la reciente experiencia de "Los Roldán". Los ejemplos entre realidad y ficción son varios. Se nutren entre si. Sucede que crecimos, en cierta forma, bajo el mandato familiar. Con los años y sus variantes la familia sigue y seguirá siendo eso, la familia. No importa cómo sea, ni cuántos padres o madres la conformen. Ni qué sexualidad profesen. Se trata de unión. De vínculos. No sólo sanguíneos, es algo mucho más fuerte que un lazo de esa índole. Es esa fraternidad única que poca veces puede graficarse en palabras. La familia es un sentimiento y no sólo se lleva en la sangre... 

miércoles, 31 de octubre de 2012

El grupo considero esta tematica "FAMILIAS ENSAMBLADAS" ya que el docente es el actor principal en el proceso de mejoramiento  de la calidad educativa y esta tematica incide de manera desfavorable en nuestras practicas.¿ como? .      
incide a traves del ausentismo inminente,falta de acompañamiento y la constante indisplina dentro y fuera del aula de los alumnos.
   En la actualidad la sociedad exige al docente enfrentarse con situaciones dificiles y complejas: concentracion de poblaciones de alto riesgo,difersificacion cultural del escolar,grupos hetereogeneos,rapida y permanente evolucion cultural  y social fundamentalmente en los adolescentes    en quienes la sensacion de que no hay futuro. 
   por otro lado,en el imaginario colectivo a las familias ensabladas se las conocen con la expresion "LOS TUYOS,LOS MIOS,LOS NUESTROS". Sin embargo,se los define como uniones en las que uno o ambos miembros de la pareja tienen hijos de uniones anteriores.
   ademas,a traves de este medio nos proponemos abordar esta tematica desde nuestras practicas y para nuestras practicas en funcion de una mejora pedagogica.

"CADA GENERACION ABRE LAS ALAS.....
DONDE 
HA CERRADO LA ANTERIOR
PARA VOLAR MAS LEJOS,SIEMPRE MAS LEJOS"


JOSE INGENIEROS