jueves, 1 de noviembre de 2012

NUEVAS FAMILIAS



La revolución de los afectos 

Por MANUEL DOMÍNGUEZ
"¿Hacía falta ensamblar más a la familia?", le pregunta Inés, una abogada exitosa a su hija Vicky. Es que la adolescente le acaba de contar a su madre que "vas a ser abuela". Hasta ahí nada de qué extrañarse, pero sucede que el futuro padre es Germán, hijo de la actual pareja de Inés. Algo así como un hermanastro de Vicky y un hijastro para Inés. La escena cotidiana familiar no obedece al terreno de lo real. Es mera ficción. Pertenece al capítulo catorce de la serie televisiva "Socias". Más allá de la coincidencia, ¿La realidad puede superar a la ficción? ¿La ficción se nutre de la realidad?

Las familias ensambladas, homoparentales, monoparentales, los hijos que nunca se fueron de casa de los padres y todas las nuevas y posibles variantes son los protagonistas de esta crónica. Son las nuevas formas de entender a las familias, que germinaron en esta revolución de los afectos, que parecen eclosionar en los flamantes primeros años que tiene el siglo XXI.

"Cincuenta años atrás cuando tu mamá te armaba el 'bazar' te regalaban platos y vasos de a docenas. Se tenían hijos de a docenas. Cuando yo le compré a mi hija venían las cajas armadas con cuatro cosas de cada una. La familia tipo de los '80. Hoy ella se separó y vive con otro divorciado que tiene cinco hijos. Las cosas cambian todo el tiempo", asegura Elvira Monasterio, una abuela que se reconoce feliz por tener cinco nuevos nietos.

El significado más conservador, o tradicional, que se le puede dar al término familia es el que se desprende del diccionario de la Real Academia Española: "Grupo de personas emparentadas entre sí que viven juntas" y "Conjunto de ascendientes, descendientes, colaterales y afines de un linaje". Pero cómo se puede hacer para graficar aquellos nuevos vínculos que se generan entre las personas que trascienden los límites tradicionales del padre, la madre y los dos hijos (en lo posible la parejita: hombre y mujer). Los ejemplos se vuelven difíciles de encontrar porque muchas veces el temor por la no aceptación social los vuelve invisibles.

HASTA QUE LA MUERTE NOS SEPARE

"El amor para toda la vida se inventó cuando el promedio de vida era de treinta años. Ahora que es de setenta, ¿Qué se hace con los otros cuarenta?", se pregunta la reconocida escritora y periodista mexicana Angeles Mastretta. "Lo que antes era habitual es cada vez más una rareza", agrega. Para Mastretta las bodas de oro y plata, el jubilarse con el único trabajo de toda la vida y el vivir siempre en la misma casa, son cosas del pasado. Superadas. Quién puede afirmar el tan preciado "Hasta que la muerte nos separe".

"La familia ensamblada es en la cual uno o ambos miembros de la actual pareja tiene/n hijo/s de uniones anteriores. Dentro de esta categoría entran tanto las segundas parejas de viudos/as como de divorciados/as y de madres solteras", explica la Licenciada María Silvia Dameno. Si bien éstas se hicieron más visibles en nuestro país durante los noventa, las primeras experiencias datan de la nuevas relaciones de los viudos de la Segunda Guerra Mundial.

"Las instituciones se modifican más lentamente que los individuos que las integran y las familias ensambladas ni siquiera tenían, cuando empecé a investigar este tema, un nombre. Algunos terapeutas hablaban de familias 'mixtas'. Otra alternativa era definirlas por comparación (segundas, posteriores, etc.) o por negación (no intactas, no biológicas, etc.) indicando con ambas opciones la desvalorización de la nueva familia", grafica Dameno.

Algunas características que se desprenden de las conversaciones con los "ensamblados" son: vienen de una pérdida o fracaso amoroso; los ciclos vitales, individuales, maritales y familiares son incongruentes; las relaciones padre-hijo preceden a las de la pareja; hay un padre o una madre actualmente presente o en el recuerdo; surgen nuevos tíos, primos, abuelos, etc; no hay un marco legal que los contenga.

TRANSFORMACIONES REVOLUCIONARIAS

Tener dos madres o dos padres puede resultar una verdadera revolución para sus propios protagonistas, como así también para quienes lo miran desde afuera, es decir: la sociedad. Más allá de que la homosexualidad no signifique lo mismo hoy que en el siglo pasado, el tema provoca un gran debate al enfrentar a distintos sectores que sostienen a la familia como una institución tradicional y estanca. Así como la vida obliga a la adaptación permanente, la familia no excede de esta responsabilidad. Para el antropólogo Maurice Godelier: "La familia no deja de hacer transformaciones revolucionarias. Quizá la última sea la convivencia de parejas homosexuales que desean criar hijos", polemiza el especialista durante un debate científico y político organizado por la Asociación de Padres Gays y Lesbianas (APGL) y publicado por Anne Chemin, ensayista francesa y columnista de "Le Monde".

"La homoparentalidad es una novedad histórica ligada a dos transformaciones fundamentales de la cultura occidental: el hecho de que, desde el siglo XIX, el hijo está cargado de valores nuevos que modificaron profundamente el deseo masculino y femenino de un hijo, y el hecho de que, en el campo científico, la homosexualidad ya no es considerada una patología por la medicina ni una perversión por la psicología", agrega Godelier.

Muchos son los prejuicios o interrogantes a la hora de la aprobación social de este tipo de familias: ¿Los hijos de parejas homosexuales tienen más posibilidades de ser homosexuales en su vida de adultos? ¿Sufren o dependen más de la aprobación del otro? ¿Les preocupa la mirada ajena? ¿Tendrán una vida social "normal" como la tienen los hijos de padres heterosexuales? Si la homoparentalidad suscita tantas preguntas es porque rompe el triángulo tradicional padre-madre-hijo que constituye el modelo familiar de nuestras sociedades occidentales.

Julia y Lorena no se llaman así. Sostienen que tienen que cambiar sus nombres porque ambas son dos reconocidas profesionales de la Ciudad. Están en pareja desde 1993, momento en el que ambas eran estudiantes. "Cuando cumplimos diez años de relación comenzamos a pensar la idea de tener un hijo, no antes. Teníamos muchos miedos y preocupaciones por el qué dirán". Hoy su hijo acaba de cumplir dos años. Lorena dice que envidiaba mucho a las mujeres que se convertían en madres, y que cada vez que volvía de algún cumpleaños, de los hijos de sus amigas, "sentía que había fracasado".

En quince días los tres tendrán su primer festejo en una casita de cumpleaños. Se los nota felices, pero también que todavía quieren resguardarse, que les cuesta dar precisiones acerca del tema. Hay cosas que no les interesa responder: el padre, el método utilizado y cómo se lo contarán a su hijo. "Hoy no podemos hacer pública nuestra imagen, pero trabajamos cada día para que en un futuro, no muy lejano, nuestro ejemplo sea socialmente aceptado", finalizaron.

Durante el debate organizado en la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales, Olivier Vécho, profesor de psicología de la Universidad de París, analizó las cuarenta y cuatro investigaciones realizadas en el mundo sobre este tema. Una mitad se había hecho en Europa y la otra, en los Estados Unidos o Canadá. "Las conclusiones de estos trabajos distan de ser alarmistas", destacó Vécho, quien en 2005 presentó una tesis sobre el desarrollo socio-afectivo de estos niños. "No les va ni mejor ni peor que a los demás", certificó.

ETERNAMENTE HIJO

"Por comodidad te acostumbrás", dice Ricardo Bolo, o "Ricky" como todos lo llaman. El tiene 43 años y "por cuestiones económicas" vive en la misma casa de su infancia. Nunca se fue de ella. Su madre, Teresa (75), y su padre, Ricardo (73) "están contentos", dice Ricky. La rutina familiar los encuentra a los tres juntos sentados en la mesa de la cocina, desayunando unos mates para arrancar el día, leyendo el diario, compartiéndolo entre los tres. Después cada uno hará lo suyo, y de nuevo el almuerzo será para tres. La ceremonia de la cena no será distinta. "A mis padres no les molesto, entienden que esto se da sólo por una cuestión de dinero. Pero la verdad es que estoy muy bien con ellos. Me hacen la cama, la comida y ¿qué mejor que acompañarlos en esta etapa?", afirma y pregunta.

A la inversa del fenómeno del nido vacío, la situación también se hace presente. Otra ventaja de vivir en la casa paterna es la posibilidad de ahorrar, ya que generalmente los padres no exigen una aportación económica a sus hijos. Además, los ya no tan jóvenes de hoy en día, disponen de una habitación propia (la de la infancia/adolescencia), un buen equipamiento de música, televisión, informática, Internet, muchos hasta servicio de hotelería (la cama la hacen otros). "¿Para qué me voy a ir, si acá vivo como un rey?", se suele escuchar.

MONOPARENTAL

La familia como artífice fundamental de la sociedad y medionatural para el crecimiento de todos sus miembros está cambiando. Las técnicas de reproducción asistida han dado lugar a que se agregue un nuevo modo de constitución familiar: la monoparental. "Se forma a partir de la decisión de una mujer de someterse a un tratamiento médico para concebir un hijo con el fin de criarlo en soledad, de manera programada y basada exclusivamente en su libre albedrío", grafica el Licenciado en Sociología y becario del CONICET, Rodolfo Iuliano.

"Las modificaciones en la estructura del parentesco no hacen que peligre la familia como institución, sino que hacen necesario replantear cuáles son los fenómenos abarcados por su concepto conforme a las pautas culturales predominantes", agrega Iuliano. Viudez, separación, cuestiones de inmigración y la elección de ser un único sostén familiar es lo que lleva a que se de este tipo de familia. En la actualidad son las mujeres las que más se destacan por representar a los hogares monoparentales.

Lucía Aguirre tiene 37 años y hace siete que dio a luz a su hija Sofía. "Cuatro meses antes que naciera Sofi enviudé". Un accidente de tránsito hizo que hoy ella lleve adelante una familia monoparental: "No lo elegí, ni siquiera sabía que mi caso se llamara así. Es muy duro enfrentar la vida siendo mamá y papá a la vez. Pero se puede, claro que se puede", afirma. La rutina familiar las encuentra muy unidas, "cuando sale de la escuela viene para mi negocio, estamos toda la tarde juntas, hace los deberes, me ceba unos mates y después a casa. Preparo la comida mientras mira un poco de tele y enseguida llega la cena. Estamos muy conectadas, somos muy unidas", rescata.

"No hay nada más lindo que la familia unita", se escuchaba decir cada vez que terminaban "Los Campanelli", en la década del '70, consagrándose icónicamente como la típica familia de inmigrantes que vio en la Argentina su oportunidad de desarrollo y crecimiento. La mutación de la tradicional familia argentina también se dio en la televisión local. Un padre viudo que debía sobrellevar la crianza de tres hijas, durante los '90, se materializó en "Grande Pa". La tía travesti que quiere formar su propia familia se vivió con la reciente experiencia de "Los Roldán". Los ejemplos entre realidad y ficción son varios. Se nutren entre si. Sucede que crecimos, en cierta forma, bajo el mandato familiar. Con los años y sus variantes la familia sigue y seguirá siendo eso, la familia. No importa cómo sea, ni cuántos padres o madres la conformen. Ni qué sexualidad profesen. Se trata de unión. De vínculos. No sólo sanguíneos, es algo mucho más fuerte que un lazo de esa índole. Es esa fraternidad única que poca veces puede graficarse en palabras. La familia es un sentimiento y no sólo se lleva en la sangre... 

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